´Publicado por revista Alas de octubre 2009
…Y del pequeño trapo con el que hacia las muñecas, pasó a lienzos más grandes y desde entonces hace los cortes rústicamente, a mano, y su cálculo es impecable
Texto: Aída Suárez Chávez
Sus primeras muñecas las hizo de tela con carita y vestido bordado. Ella misma las vendía a las indígenas y empezó un sueño a los ocho años de edad.
María Luisa Hernández Serna, originaria de Jaltocán, Hidalgo es hoy una de las más importantes bordadoras y diseñadoras de trajes típicos de
Al día realizan cincuenta prendas que venden en ferias y festivales y en los locales de Jaltocán adonde llegan a comprar los visitantes.
María Luisa fue la única mujer que recibió en el pasado Festival de
Rodeada de vestidos de manta, bordados con flores, colores fuertes, llamativos conversa sobre cómo se imaginaba cuando empezaba a trabajar en la confección: “yo decía que iba a pintar un mural con motivos indígenas y que los maniquíes iban a tener caritas indígenas, después vino el problema del dinero, ni el banco me podía prestar para empezar”.
Empezó a vender las prendas de tienda en tienda, todavía no había mercado para estos productos. La empezaron a promover de Turismo del estado en TV Azteca y a partir de ahí empezó a ser más solicitada.
Y del pequeño trapo con el que hacia las muñecas, pasó a lienzos más grandes y desde entonces hace los cortes rústicamente, a mano, y su cálculo es impecable.
El traje típico de
Trabaja en las noches y en la madrugada para cortar los diseños y en el día confecciona.
Su vida como mujer es una sola cosa: trabajo. Su marido trabaja pero “no funciona en lo económico. Ahora soy independiente, gano lo que como, no le pido a nadie ni para mis guaraches”.
Nadie de su familia se dedica a bordar. Es un trabajo duro, que da para el día, pero no para tener lujos.
En Jaltocan tiene muchas amigas, le ofrecen amistad. Pero tiene problemas con las bordadoras que empiezan por la competencia que les representa María Luisa, incluso evitan informarle de ferias y festivales. Al Festival de
Las 60 bordadoras, trabajan en sus casas, les da muestras, las confecciona y hace el dibujo en la prenda, las supervisa y entregan la prenda terminada.
Ya con el Reconocimiento que le dieron en el Festival y un apoyo económico, dice:
“Me siento contenta, creo que ya lo merecía, estoy orgullosa por ser reconocida. No lo hice por interés de un dinero, sino porque me gusta”.
Y su satisfacción: “Me siento contenta cuando veo que una mujer lleva el vestido que bordé”.
Agradeció a quienes reconocieron su trabajo y a su Dios porque “Él lo hace todo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario